SOBRE EL ÁRBOL DE LA VIDA
O MITO DEL WANAMEY
Cuando después de la oscuridad se hizo la luz, con ella apreció la humanidad y los animales. Durante mucho tiempo vivieron
en la inocencia, pero esto se transformó en promiscuidad generalizada de la humanidad, las guerras, asesinatos, abusos y los
animales son cazados. Se anuncia que un día habrá un gran incendio que arrasará la tierra y que sólo existía un modo de salvarse;
escoger a una joven virgen para el sostén del Wanamey, waingnaro (loro) deposita la semilla en la vagina de la mujer del cual
nace el árbol protector de todas las razas del mundo, mientras dure el incendio. Para subir al Wanamey los hombres escogen
sus mujeres, primero a la hermana, quien no resiste al ser jalada, quedándose con el brazo de ella con el hombre quien la
lanza al oriente; prueba con su madre y ocurre lo mismo; intenta con una joven que no es su pariente, sucede lo mismo; coge
por el brazo a la hija de su tía, también se queda con parte de ella; entonces, desesperado decide probar con la hija su tío,
por fin la joven sube al árbol, era la pareja adecuada para formar familia. A partir de este hecho, todas las etnias suben
distribuyéndose por las diferentes ramas, también los animales se parapetan del árbol. El sapito sefe trepa con miles de bastones
para una vez pasado el incendio, probara la solidez de la tierra. El fuego venía de las entrañas de la tierra hasta convertirse
en un magma hirviente, así estuvieron muchísimos años y, de pronto aparecieron unos insectos picando a todos aquellos que
no fueron buenos, cayendo muertos al fuego. Cuando el fuego apaciguaba, aparecieron bellas flores que cuando daban sus frutos
salían aves hermosas como el pica flor y el tucán de pico grande. Todos los animales que vemos ahora nacieron del Wanamey.
Una vez enfriado casi por completo la tierra, el sapito comenzó a probar con cuanto llevó, casi todo se hundió por que la
tierra aún estaba blanda, pasaron muchos años y cuando sólo quedaban pocos bastones, arroja y queda plantada casi por completo;
pasa otro tiempo y prueba arrojando el penúltimo bastón la cual se introduce hasta la mitad. Suelta el último bastoncillo
y se oye un sonido trang, muy agudo y sefe dice ¡ya se puede bajar a tierra!. A partir de ese momento el sapito comenzó a
cantar con el sonido último que hizo el bastoncillo, hoy se puede oírsele cantando en la espesura de la selva. Bajaron, unos
fueron donde la tierra aún estaba blanda, otros hicieron su grupo al lado del Wanamey como los Masinahuas, los Huachiperis,
Sapiteris, Toyeris, Kusamberis y los Mariheri; así aprarecieron en lugares distintos y lejanos. La gente blanca también bajó,
comenzaron a construir ciudades y países por eso no pueden caminar de un sitio a otro, en cambio, nosotros los nativos no
tenemos país, nuestra tierra discurre por el bosque, los ríos, los cerros y las cochas. Así, todos somos hijos de Wanamey,
estamos en la segunda generación humana, se cree que pronto habrá otro igual. MITO AMAZÓNICO.
En las horas cotidianas o en los ceremoniales de los primeros hombres, la palabra creadora adopta un lenguaje moralizador
en la lengua de los viejos que cuentan a los jóvenes y niños la historia de la creación, el pecado y la salvación, para que
se conserve en sus memorias y se trasmita de generación en generación. Al examinar los mitos que desarrollan esta temática,
desde los más antiguos como Gilgamesh, el Génesis hasta los más recientes de las tribus amerindias actuales hallamos un denominador
común que sólo una lectura atenta permite descubrir.
En el principio todo era sólo caos y oscuridad, es la idea recurrente en el comienzo de todos de los mitos.
Después el orden inicia con la oscuridad desvanecida, se hizo la luz, y con ella
aparecen los animales en parejas y la humanidad en estado de inocencia, pero con el paso del tiempo se transforman los seres
humanos en promiscuos y malvados. Del egoísmo y sus malos hábitos surgen ambiciones, guerras, torturas crueles, fratricidios,
genocidios, parricidios, infanticidios, en fin, homicidios, abusos sexuales… Se rompe la armonía entre lo divino y lo
humano y la comunicación con los animales; la atmósfera produce asma y el agua, diarrea. El hombre se llena de vanidad y desafía
su destino final. Entonces, de la gran montaña, de lo alto de los cielos o de lo profundo de la tierra surge una catástrofe.
Pero el
mito no acaba con la gran tragedia. Aparecen los profetas o los chamanes que denuncian el pecado, la trasgresión de la ley, sea ésta de origen natural, divino
o humano. En forma inmediata o posterior se anuncia la forma de salvar a la humanidad y la creación porque el mundo creado,
aunque tenga un sino ciego, corre la misma suerte de la generación atea e inmoral. Al corromperse el ser humano, cuanto toca
se vuelve movedizo, descompuesto, incierto y fatal. Sólo hay dos modos de restablecer el equilibrio: reconocer el error y
buscar la verdad. Lo insólito es que de la generación santa, salvada, pura y equilibrada, renace el pecado y la corrupción.
Y como en Sísifo, el círculo se cierra. La existencia humana se vuelve cíclica.
En la cultua de la humanidad el mito tiene un lugar de privilegio. Con él comienza
la literatura. Su dogmatización origina cosmogonías y teogonías. Y
la filosofía en la
Antigua Grecia surge al iniciarse el proceso de racionalización de los mitos o lo que es lo mismo la desmitificación. Está emparentada con las iniciaciones de los misterios y las controversias del
ágora alrededor de los grandes mitos. En aquella vieja plaza pública flota la filosofía entre el espíritu de secreto, propio
de las sectas y la publicidad de la contradicción, que caracteriza a la actividad política de un pueblo que se debate entre
aristocracias, dictaduras y democracias. Así se la ve en la secta pitagórica. En Platón, sus diálogos están llenos de sabiduría
esotérica y mítica. EI conocimiento mítico revela las funciones que como instrumento epistemológico nacen de su propia entraña:
Una nueva herramienta explicativa descubre el ser humano, tal vez motivado por el afán
de sabiduría o la curiosidad, al aventurarse a navegar en los océanos desconocidos de las ideas para pescar en ellos vastas
respuestas a sus interrogantes más recónditos y así dar cuenta de los orígenes del universo, de sí mismo, del hombre o de
los animales y, de paso, legar a las generaciones futuras un tesoro incalculable de mitos que le sirvan de luz ante la incertidumbre
y la ignorancia.
No se puede negar el papel moralizador del mito. Sin él no habría héroes ni santos. Al
sensibilizar al oyente el narrador humaniza. Para que sirva de ejemplo basta la mitología
griega, aunque ésta tiene varios rasgos distintivos. Los dioses griegos se parecen exteriormente a los seres humanos y revelan
también sentimientos humanos. Pero no tienen la pretensión de ser los creadores del mundo. A diferencia de otras religiones
antiguas como el hinduismo o el judaísmo, la mitología griega no incluye revelaciones
especiales o enseñanzas espirituales. Pero su racionalización permite descubrir la finalidad didáctica y formadora de valores.
Prácticas y creencias también varían ampliamente, sin una estructura formal — como una institución religiosa de gobierno
— ni un código escrito, como un libro sagrado. Pero nada más dogmático que una creencia mítica o religiosa. En
el lenguaje de Freud, 'ilusiones', es decir, una creencia muy particular porque en su motivación u origen se esfuerza el trabajo
del deseo, lo que implica que el sujeto mantiene su creencia a pesar de que la objetividad del mundo le diga lo contrario.
El ser humano ante la impotencia para explicar el fenómeno hace del mito la última oportunidad que tiene en sus manos para
dominar los acontecimientos del mundo y justificar sus propias acciones.
Como se puede colegir, lo que prevalece en el saber mítico es la finalidad práctica sobre
la especulativa propia de su hija putativa, la filosofía. Cada vez que se necesitaba explicar el fenómeno y el saber cotidiano
nada podía hacer, se recurría a actitudes supersticiosas, religiosas y míticas.
Las explicaciones que plantea, las palabras que emplea, si bien se fundan en los hechos,
invocan también vínculos mágicos de causa-efecto. El pensamiento mágico no es insólito. Implica el convencimiento que de cualquier
cosa puede salir cualquier otra cosa. No es lo mismo creer en la magia que aceptar el azar, donde también de cualquier cosa
pueda salir otra cualquiera. En el pensamiento mágico hay un fatal determinismo que lleva a la aceptación de cierta cosa,
de la cual saldrá obligatoriamente otra. En el azar es todo lo contrario (indeterminismo):
de esa cosa no se sabe qué saldrá.
Para finalizar, y con el fin de dar a conocer una fuente donde se puede profundizar sobre
este tema es conveniente citar textualmente a Mircea Eliade, en su libro MITO Y REALIDAD:
“La distinción hecha por los indígenas entre “historias verdaderas”
e “historias falsas” es significativa. Las dos categorías de narraciones presentan “historias”,
es decir, relatan una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en un pasado lejano y fabuloso. A pesar de que los personajes
de los mitos son en general Dioses y Seres Sobrenaturales, y los de los cuentos héroes o animales maravillosos, todos estos
personajes tienen en común esto: no pertenecen al mundo cotidiano. Y, sin embargo, los indígenas se dieron cuenta de que se
trataba de «historias» radicalmente diferentes. Pues todo lo que se relata en los mitos les concierne directamente, mientras
que los cuentos y las fábulas se refieren a acontecimientos que, incluso cuando han aportado cambios en el Mundo (cf. las
particularidades anatómicas o fisiológicas de ciertos animales), no han modificado la condición humana en cuanto tal.
En
efecto, los mitos relatan no sólo el origen del Mundo, de los animales, de las plantas y del hombre, sino también todos los
acontecimientos primordiales a consecuencia de los cuales el hombre ha llegado a ser lo que es hoy, es decir, un ser mortal,
sexuado, organizado en sociedad, obligado a trabajar para vivir, y que trabaja según ciertas reglas. Si el Mundo existe,
si el hombre existe, es porque los Seres Sobrenaturales han desplegado una actividad creadora en los «comienzos». Pero
otros acontecimientos han tenido lugar después de la cosmogonía y la antropogonía, y el hombre, tal como es hoy, es el resultado
directo de estos acontecimientos míticos, está constituido por estos acontecimientos. Es mortal, porque algo ha pasado
in illo tempore. Si eso no hubiera sucedido, el hombre no sería mortal: habría podido existir indefinidamente como las
piedras, o habría podido cambiar periódicamente de piel como las serpientes y, por ende, hubiera sido capaz de renovar
su vida, es decir, de recomenzarla indefinidamente. Pero el mito del origen de la muerte cuenta lo que sucedió in illo tempore,
y al relatar este incidente explica por qué el hombre es mortal”.
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