Carta a los que se graduarán.
Por Efraín Gutiérrez Zambrano
Cuando uno tiene 15 años, está terminando su bachillerato y espera tanto
de la vida, todo se puede resumir en un caos mental del que uno no sabe cómo
salir. Por lo menos eso es lo que recuerdo yo de mi vida personal y después lo
pude verificar durante tantos años de profesor con mis estudiantes. Lo peor de
todo es que no se ven salidas prometedoras y sólo las incertidumbres cobran
cuerpo a la hora de tomar decisiones. Y como en la vida fracasa quien no haya
desarrollado la competencia para elegir lo mejor y más conveniente, no sólo perderá el examen sino el año, como suelen
decir los estudiantes. La consecuencia lógica de esa mala elección entre tantas
opciones es la infelicidad para toda la vida. Algunos podrían señalar como una
ventaja tener abundancia de opciones, pero es un error considerarla así.
Federico Nietzsche escribió, aunque no recuerdo ahora en que obra suya,
que “las convicciones son enemigas de la verdad porque son más peligrosas que
las mentiras.” Pero en la primavera de la vida no se tiene la madurez
suficiente como para discernir entre una convicción y una mentira, entre la
felicidad y la infelicidad que se hallan tras la puerta de la elección que será
la razón de la existencia humana, por cierto, efímera e incierta.
Por eso son muy convenientes los cursos de orientación profesional, pero
para ser sincero, y por lo que veo en los colegios, éstos no pasan de ser unas
conferencias e informaciones sobre
programas universitarios sin que respondan a las necesidades que realmente el
estudiante presenta. Esas estrategias más parecen oportunidades para que las
entidades de educación superior vendan su imagen que para que el adolescente
alcance la claridad mental y emocional que necesita para escoger el oficio o
profesión que lo realice como persona y que le permita ser útil a la sociedad.
Es mejor enseñar a los estudiantes cómo decidir y cómo aprovechar los
talentos que Dios y la vida les otorgó. Ese aprendizaje requiere de la
reflexión personal y de una persona mediadora que ayude al muchacho o muchacha
a ver la luz interior que guíe su camino. Es aplicar a la vida de cada quien la
mayéutica socrática para descubrir el derrotero de la existencia propia. Para
desarrollar la capacidad de elección sirve más la filosofía que la psicología.
La primera es, por su naturaleza proclive a la verdad oculta, en tanto que la
segunda lleva a la observación de la conducta actual del individuo. Por eso a
mis estudiantes siempre les preparé en talleres que propiciaran su
autodescubrimiento, que los llevaran a los arcanos y profundidades del espíritu
y que allí ellos mismos contestaran a la pregunta trascendental y esencial para
iniciar una vida después de graduarse como bachilleres: ¿Qué voy a hacer con
esta existencia en este momento histórico que me correspondió?
Más la pregunta anterior debe apoyarse con ejercicios prácticos que les
ayuden a confirmar sus respuestas. E insisto, esta decisión es personal e
ineludible. Ni los padres ni los maestros deben interferir con su autoridad. En
ejercicio de su libertad los jóvenes deben comprometerse con ellos mismos en
hacer de sus vidas verdaderas antorchas para iluminar los caminos de la
humanidad.
De esos talleres (llamados también convivencias) a manera de resumen,
les presento tres actividades que realizábamos:
1. Escribir ideas que vengan del autoconocimiento. Escribir es una buena terapia
para lo nefasto y para alcanzar nobles ideales. La escritura obliga al individuo
a sosegarse y a reflexionar. Si se habla mucho no se puede escuchar lo que en
el silencio el ser humano descubre. Razón tuvo Marie Forleo, para decir "el
caos en tu interior crea caos en tu exterior". Después de la calma se hallaban
las palabras para seguir escribiendo y respondiendo: ¿Qué implica esa misión
para la cual nací? ¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de esta elección?
¿Es realmente el tipo de vida que deseo para mí?
2. No pensar en incertidumbres. Aunque lo único permanente de la
vida sea el cambio hay caminos seguros y verdades únicas e indubitables que es
preciso encontrar y tener presentes. Un ser humano sin principios ni valores es
una piedra en el camino de los demás. La única manera de saber si estamos en lo
cierto es caminando hacia esa realidad que deseamos. Aquí cierro con ese
aforismo que nos regaló Karl Jaspers: “Aquel que sólo quiere obrar y hablar
justamente no hará nunca nada.”
3. Tomar la decisión acertada. Y como de nada sirve pensar y
planear si no se ejecuta invitaba a la acción. Nada es fácil en la vida y toda
equivocación tiene un alto precio, proseguía. Antes de tomar la decisión final
conteste: ¿Qué me depara el futuro si tomo esta alternativa? ¿Vale la pena
vivir sin saber para qué llegaste a la vida?
Si ya tienen sus respuestas
comiencen a labrar sus sueños. Que Dios les dé sabiduría y fuerzas para subir
la montaña que les espera, porque si no asumen el riesgo de equivocarse, les
espera una vida tormentosa e inútil como la de Sísifo. ¡Adelante jóvenes que el
futuro les espera!
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